Pesquera de Ebro 09146 - Burgos
Pesquera de Ebro
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ARTES DE PESCA
Nuestro Legado Hablando de cómo nos ha llegado a las generaciones de mediados del siglo XX, tenemos que añadir nuestra cultura de pesca ha sido más de la caña, aunque como ya hemos indicado también hemos vivido algún trasmallo de pequeños, incluso un tipo de pesca o mejor de desolación, como es el cartucho en el pozo San Vicente, del cual prefiero olvidarlo. Allá por los 70 del siglo pasado, los chavales del pueblo, solíamos juntarnos a las tardes para ir de pesca, nuestros artilugios de pesca solían simular a la caña, y dependía de cada uno, podía ser desde un palo de avellano con un sedal, hasta una antena o incluso al final dispusimos de auténticas cañas de río con su carrete y todo, un verdadero lujo. Había dos tipos de situaciones, vamos de pesca o vamos a pescar, que aunque parezcan lo mismo no es así, ya que cuando vamos a pescar era una situación seria y profesional, en la que cada uno de los que componíamos el grupo adquiría su lado más profesional, los lugares del acecho podían ser variados, desde la lastra de la margen izquierda de debajo el puente, a debajo de las Fraguas en la margen derecha, pasando por otros rincones que no diré para que no se conozcan. En estas situaciones se planificaban el tipo de pesca que se haría, a boya, a fondo y cuando ya dispusimos de cañas con carrete, a mosca o cucharilla, el producto podían ser las bogas, o algún barbito o si había muchísima suerte alguna truchilla, pero poco más. La verdad es que nos podíamos tirar horas, no solo pescando, sino desliando los aparejos de las ramas en las que se nos enredaban o intentando hacer bien el aparejo. Lo que más nos gustaba eran los días que decíamos vamos de pesca, en estas ocasiones nos juntábamos cuadrillas de mozas y mozos, y por ejemplo nos íbamos a Bárcena, donde lo primero es lo primero, echábamos la caña, normalmente a fondo para que no nos distrajese demasiado, y si era buena época y había patatas, nos cruzábamos el río a nado para coger algunas en el prado, montábamos una hoguera en la arena, y poníamos las patatas envueltas en la ceniza para que se asaran, mientras a su vez enrollábamos unos choricillos o morcillas en papel de periódico que mojábamos e iba también a las brasas. Al cabo de un rato nos acordábamos de las cañas y a veces había algún ejemplar en el aparejo, volvíamos a echarlas, y, dependiendo de la edad que tuviésemos, sacábamos las cartas o hacíamos algún juego, otras veces íbamos también por las Fraguas o a cangrejos a La Vega, el caso es que la tarde se nos hacía muy corta, y los días y el verano…
Pesquera de Ebro 09146 - Burgos
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Nuestro Legado Hablando de cómo nos ha llegado a las generaciones de mediados del siglo XX, tenemos que añadir nuestra cultura de pesca ha sido más de la caña, aunque como ya hemos indicado también hemos vivido algún trasmallo de pequeños, incluso un tipo de pesca o mejor de desolación, como es el cartucho en el pozo San Vicente, del cual prefiero olvidarlo. Allá por los 70 del siglo pasado, los chavales del pueblo, solíamos juntarnos a las tardes para ir de pesca, nuestros artilugios de pesca solían simular a la caña, y dependía de cada uno, podía ser desde un palo de avellano con un sedal, hasta una antena o incluso al final dispusimos de auténticas cañas de río con su carrete y todo, un verdadero lujo. Había dos tipos de situaciones, vamos de pesca o vamos a pescar, que aunque parezcan lo mismo no es así, ya que cuando vamos a pescar era una situación seria y profesional, en la que cada uno de los que componíamos el grupo adquiría su lado más profesional, los lugares del acecho podían ser variados, desde la lastra de la margen izquierda de debajo el puente, a debajo de las Fraguas en la margen derecha, pasando por otros rincones que no diré para que no se conozcan. En estas situaciones se planificaban el tipo de pesca que se haría, a boya, a fondo y cuando ya dispusimos de cañas con carrete, a mosca o cucharilla, el producto podían ser las bogas, o algún barbito o si había muchísima suerte alguna truchilla, pero poco más. La verdad es que nos podíamos tirar horas, no solo pescando, sino desliando los aparejos de las ramas en las que se nos enredaban o intentando hacer bien el aparejo. Lo que más nos gustaba eran los días que decíamos vamos de pesca, en estas ocasiones nos juntábamos cuadrillas de mozas y mozos, y por ejemplo nos íbamos a Bárcena, donde lo primero es lo primero, echábamos la caña, normalmente a fondo para que no nos distrajese demasiado, y si era buena época y había patatas, nos cruzábamos el río a nado para coger algunas en el prado, montábamos una hoguera en la arena, y poníamos las patatas envueltas en la ceniza para que se asaran, mientras a su vez enrollábamos unos choricillos o morcillas en papel de periódico que mojábamos e iba también a las brasas. Al cabo de un rato nos acordábamos de las cañas y a veces había algún ejemplar en el aparejo, volvíamos a echarlas, y, dependiendo de la edad que tuviésemos, sacábamos las cartas o hacíamos algún juego, otras veces íbamos también por las Fraguas o a cangrejos a La Vega, el caso es que la tarde se nos hacía muy corta, y los días y el verano…