Pesquera de Ebro
09146 - Burgos
D. Gumersindo
Para los que no lo conocieron, D. Gumersindo fue el
párroco de Pesquera de Ebro durante casi medio siglo
hasta casi las últimas décadas del siglo XX, y por lo
menos para mí, uno de los párrocos, que buena o
mala, dejó huella y por eso le recuerdo aquí, al igual
que en su momento ensalcé el trabajo del padre
Ricardo, “Richi” en la conservación de la iglesia. El
título otorgado de D. Gumersindo, era el que se
aplicaba en aquellos años, y como se decía “Don sin
din… campana sin badajo”.
En 1942 Don Gumersindo González Pedroso-Torres
entra en la parroquia de Pesquera de Ebro. Por cierto,
antes, en el 1940 ya casó a mis abuelos en Pesquera,
porque el párroco que estaba decía que no los iba a
casar, ya que como mi abuelo no era del pueblo, era
asturiano, podía estar ya casado… así que mi abuelo se
fue a Burgos y le mandaron a este cura, que luego
sería el párroco, mi abuelo nunca fue de muchas
misas, sin embargo con D. Gumersindo siempre se
entendieron y tuvieron sus charadas. Junto a él viene,
como asistenta, Fortunata. Lo pongo bonito, porque
había el murmullo de que era su barragana, ellos
siempre decían que eran primos. Seguro que también
os acordareis de su sobrino, como no, Fortunato, anda
que tal, un tipo enorme, o nosotros éramos bajitos
cuando aquello, que dormía con los ojos abiertos, no
veáis que yuyu daba.
Tubo un montón de monaguillos entre los chavales
del pueblo, Adolfo y yo, también nos tocó, y luego aún
estuvieron mis hermanos y alguno que otro. Anda que
no hay andanzas con el cura, todas las semanas iba a
dar misa a Cubillo, el montado en burro y los
monaguillos, Adolfo y yo, tirando del ramal por toda la
carretera adelante, pobre iglesia también la de Cubillo,
adjunto como está. A las tardes el rosario y la
catequesis, había una parte en que se recitaba “ora
pro nobis”, pues nosotros la cambiamos, y como había
un pastor en Pesquera que se llamaba Bonis,
recitábamos: “ora por Bonis”. Al menos con esta
chanza de niños, se nos hacía más llevadero aquel
suplicio, en vez de dejarnos corretear y callejear, que
era lo nuestro.
Era un párroco especial, ya he comentado alguna de
las suyas cuando hablábamos de la iglesia, fue el que
levantó una pared en medio de la iglesia para que no
se viese el derrumbe que se había ocasionado en su
bóveda.
Muchos recordarán que cuando éramos chavales, a las
chavalas no las permitía ir en bañador por el pueblo, y
ya no te cuento en bikini, yo ya sé quién se acuerda de
una de estas. Le hacíamos de rabiar tocando las
campanas y salía como estuviera vestido, cachava en
mano a perseguirnos, también hay buenas anécdotas.
Una de la que más corría por el pueblo es cuando los
mozos le robaron algunas prendas del colgadero, y
salía diciendo “Donde están las bragas de la mi
Fortunata”. No os contaré ya las misas que pasamos
como monaguillos, allí pasaba casi de todo y no
tendría espacio para comentar, baste decir que los
hombres se tenían que poner a la izquierda de la
iglesia y las mujeres a la derecha, y no se te ocurriera ir
en mangas cortas o a las mujeres con pantalones, que
ya estaba liada. La duración media de una misa era
sobre la hora y media y hubo ocasiones, que echó a
todos los asistentes, por no cumplir alguna de sus
premisas, y nos dio la misa a los monaguillos, vaya
agobio, vale, sí, le gustaba mucho el vino de misa.
Al final se le iba mucho la olla, el hombre flojeó
muchísimo, insisto en que eran otros tiempos, justo
todo el régimen y los tiempos siguientes que vinieron
con cambios enormes, la terrible despoblación de la
comarca que la sufrió de lleno, yo creo que la suma de
todo fue lo que minó su entendimiento, además de
otros hábitos pocos saludables que mantenía. Fue el
último párroco que residió en Pesquera en la que
siempre hemos llamado la casa del Cura. Es increíble,
cuando he encontrado su necrológica es cuando he
visto la fecha de fallecimiento, hace casi 50 años, ¡Uff!